Hoy quiero agradecer a todos los que caminan sin portar la bandera del “yo ya”. A los que no confunden ser con parecer y así, en lugar de alimentar a sus egos con la toxicidad de eslóganes vacíos, se atreven a descubrir su esencia y la forma en que necesitan expresarse hasta convertirse en su mejor manifestación. A aquellos que han dejado de dilapidar su poder en personas, cosas o entidades externas y han asumido su responsabilidad y con ella su consciencia del efecto de sus pensamientos, sus emociones, sus anhelos y sus actos. A todos los que han abandonado la lucha porque han elegido la paz. A los que prefieren tender una mano a su sombra antes que perder su tiempo juzgando a los demás.

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Consideramos héroes a aquellos que han realizado una hazaña extraordinaria, fuera de lo común. A aquellos que han sabido luchar por un propósito correcto, épico, que no sólo les ha servido a ellos mismos, sino que también ha revertido positivamente en su sociedad.

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Hay dos formas de vivir la vida. La primera, que te sumerge en la gris supervivencia, se basa en la resignación y en la repetición. La segunda te llena de ti, te renueva las alas y te empuja hacia tu propia evolución, pero esta opción solo está al alcance de los valientes. Si eres un valiente, si eres una de esas personas que se ha negado a someterse ante el miedo que ennegrece los días, sabrás de lo que hablo. En ningún caso tiene que ver con las circunstancias o con las herencias o con todo lo que nos ha podido contaminar a lo largo de nuestro pasado, solo tiene que ver con nosotros y con las decisiones que tomamos en cada momento.

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¿Y si hoy tuvieras el valor de rendirte? ¿Y si hoy, desde hoy y para siempre, comprendieras que la lucha solo genera más lucha, que la resistencia alimenta los temores y crea y engrandece a los enemigos? ¿Y si te atrevieras a recuperar la consciencia perdida, esa que te permitiría dejar de estorbar a tu alma para disfrutar completamente de tus circunstancias (paso a paso)? ¿Y si tuvieras el coraje de reconocer que ni puedes ni debes controlar nada y así dejaras de oponerte y de juzgar lo que has atraído y lo que la vida tiene a bien regalarte?

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¿Y si el mal no existe? Parece más sencillo proyectar aquello que nos pesa que sostenerlo entre nuestras manos, justo frente a la luz de nuestro corazón, para iluminarlo desde la consciencia.

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Siempre he sido abundante, hasta cuando no tenía dinero para comprar comida. Vivo en el mismo mundo que tú, “aplastada” por las mismas normas sociales y energías tóxicas que tú y, en medio de este caos de temores, juicios y envidias nacidos de la inconsciencia más extrema, he logrado encontrar mi sitio en esa grieta esquiva que mantiene a salvo mi conexión con la auténtica vida, esa que, tras finos velos, alumbra la consciencia y derrumba los muros con los que mi ego podría estorbar a la abundancia y a la serenidad a la que todos tenemos derecho.

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Hemos olvidado nuestro propósito fundamental, hemos olvidado quiénes somos y para qué somos, hemos olvidado nuestro origen y nuestro nombre, incluso hemos olvidado que hemos olvidado…

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¿Qué le dirás a la vida cuando, en el último de tus instantes, ella te pregunte qué le has dado? ¿Qué le dirás cuando te mire a los ojos y te recuerde todo lo que, día tras día, año tras año, le has pedido? ¿Qué le dirás cuando te muestre todo lo que te ha dado (lo que has cogido y lo que has desperdiciado)? ¿Qué le dirás a la vida cuando tu tiempo aquí se acabe y puedas descubrir la realidad a través de sus ojos?

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Nacemos plenos de amor, nada más portamos y nada más necesitamos. Luego, demasiado a prisa, comenzamos la carrera de la supervivencia. Esa maratón en la que acumulamos cosas y miedos a perder esas cosas. Esa en la que olvidamos y seguimos olvidando hasta desdeñar lo trascendental.

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No gastaré energía ni palabras en intentar negar el mundo en el que creemos vivir y su disparidad de conflictos. Simplemente me enfocaré, una vez más, en la belleza que me rodea. Invertiré mi energía y mi verbo en cincelar esa misma belleza dentro de mí hasta manifestarla instante a instante, independientemente de lo que mi ego caprichoso y desorientado se empeñe en engrandecer.

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