,

¿Defectos o heridas?

En los últimos años se está hablando cada vez más de la proyección. Somos muchos los que intentamos aumentar la consciencia recordando que todo lo que nos llama la atención en nuestro entorno no es más que un reflejo de alguna cosa que no estamos sabiendo mirar o ubicar en nuestro interior. La comprensión de este dato nos ayuda a retomar la atención interna. Al entender este principio podemos dejar de reaccionar emocionalmente contra otros mientras nos eximimos falsamente de una culpa ilusoria que siempre parece resultar más cómodo colgar en el de enfrente. Pero sobre todo comprender la proyección puede ayudarnos a abandonar el mal vicio de juzgar, a los otros y a nosotros mismos.

Mal que le pese al corto entendimiento de nuestra mente dialéctica y a la soberbia y al infantilismo caprichoso de nuestro ego, todo lo que sucede en nuestra vida es una oportunidad que tenemos para conocernos y evolucionar. Y esos sucesos que pueblan nuestro día a día se teñirán una y otra vez de dureza, incluso de drama, mientras no llevemos a la luz a nuestros demonios internos. Mientras no adquiramos el compromiso amoroso de ahondar capa a capa en el viaje hacia nosotros mismos, dispuestos a derribar cada uno de los muros que fuimos construyendo para proteger nuestras primeras heridas, los mismos que nos han ido alejando del amor.

Cuando inicias este camino con la mirada amorosa del que se reconoce como su único enemigo potencial, te das cuenta de que todas esas cosas que has venido calificando de defectos no son más que las vendas que torpemente usaste para proteger tus heridas. Esas que con el tiempo se fueron tiñendo de miedo y te fueron impidiendo sentir el amor, única cura real. Y así es como puedes ir dándote cuenta de que con los demás sucede exactamente lo mismo. Cada una de esas reacciones que tienen y te resultan molestas, cada uno de esos comportamientos enquistados que pueden parecerte inadecuados, no son más que apósitos que ellos eligieron poner para proteger sus heridas. Y cada vez que tu ego arremete contra una de esas protecciones, no solo estás echando sal en la herida del otro, además te estás dando el mensaje de que es imprescindible proteger tus propias heridas, esconderlas para que los demás no puedan hacerte a ti lo que tú te estás haciendo, y lo que tú les estás haciendo.
Es cierto, para alguien que vive desconectado de su esencia, todo comportamiento que pueda recordarle una herida propia puede parecer digno de ser juzgado. Sin embargo alguien que vive mirando desde su corazón reconoce el dolor que se esconde tras esos “tics” de autoprotección y solo pone amor donde reina el miedo. Así, en lugar de señalar, agradece la oportunidad de ver lo que por supervivencia había ocultado.

15 comentarios
  1. Veronica Gil Dice:

    Como siempre Virginia , llevándonos a mirarnos de frente con nuestro ego y con nuestra propia responsabilidad para seguir avanzando en consciencia!!!!
    Gracias!

    Responder

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.